herencia Valdemar, La

La herencia Valdemar (La herencia Valdemar, 2010, España (y se nota))
Dirección: José Luis Alemán (pero creo que tiene pensado cambiarse el nombre para que no lo reconozcan por la calle)
Guión: José Luis Alemán (idem de lo mismo) basado en el universo de H. P. Lovecraft (eso no te lo crees ni tú)
Género: "Terror" "Gótico" "Victoriano" "Lovecraftiano" cañí
Intérpretes: Daniele Liotti (que se pasa toda la película luchando contra su acento italiano para parecer español), Laia Marull (si buscas "sobreactuación" en el diccionario sale su foto), Silvia Abascal (me gustaba más en "Pepa y Pepe"), Óscar Jaenada (sale poco y se agradece), Ana Risueño (en busca y captura, porque en lugar de interpretar a una mujer fatal, interpreta fatal a una mujer), Norma Ruíz (la Ja Jar Binks de la saga Valdemar), Paco Maestre (interpretando a ¡Aleister Crowley! con acento castizo, con eso ya está todo dicho), Eusebio Poncela (emulando a Antonio Gala con un bastón de Cthulhu y una peluca rubia del todo a 100) y Jacinto Molina (que en paz descanse). Por cierto, también sale Chucky de "Los Serrano".
Sinopsis: En el quinto pino hay una mansión maldita llamada Valdemar, que después de estar muchos lustros desierta y cerrada a cal y canto, la fundación propietaria de la chabola decide ponerla en venta con todas las antigüedades que tiene dentro. Por eso, contacta con una empresa de tasación de antigüedades para que eche un ojo a los bienes muebles e inmuebles y que adivine, más o menos y sin pasarse, su precio justo!. Pues bien, no sé lo que tiene de malo la mansión pero dos tasadores que se han asomado por allí han desaparecido sin decir ni mú, así que contratan a un detective privado, que se parece un montón a Camarón de la Isla, para que investigue las desapariciones. Pero el detective comete un error fatal: se monta en un tren donde hay una señora que le cuenta un rollo de historia del siglo XIX, exactamente la historia de los dueños de la mansión Valdemar, dos estafadores de medio pelo, dueños además de un orfanato, que contactaban de mentira con los espíritus y que al final se encontraron con uno de verdad (eso les pasa por tocar los cojones al más allá).

"La herencia Valdemar" es, sin duda alguna, la película española más polémica del 2010 (vamos, que ni Almodóvar con un camión de travestidos cantando las canciones de Machín hubiera conseguido tanto alboroto) y la verdad es que el director José Luis Alemán y los lumbreras que le aconsejaron se lo han ganado a pulso. Para encontrar una polémica semejante habría que retroceder al año 2007, cuando Jaume Balagueró y Paco Plaza estrenaron "Rec" tras una impactante campaña publicitaria en la que salía una mujer histérica perdida viendo la película. No obstante hay una diferencia sustancial entre la acogida por parte del público Rec y la de Valdemar: la primera tenía tantos seguidores como detractores: numerosos fanáticos entusiastas enamorados con la peli la defendieron a capa y espada contra no poca gente que se sentía estafada, pero más o menos las fuerzas estaban igualadas; A "La herencia Valdemar", por el contrario, casi todo el mundo la odia. Y no me extraña. El propio director ha tenido que pedir disculpas en una carta abierta, que si la queréis leer podéis picar aquí mesmo.
Y la razón de tanto odio y desprecio es muy sencilla: en realidad, "El proyecto Valdemar" es UNA película que se ha dividido en DOS por motivos comerciales. El director, inocente él, siguió este argumento infalible: "si le funcionó a Kill Bill o a Matrix ¿por qué a mí no?" Hombre, chacho, si te lo tengo que explicar...Vale, te lo explico: Kill Bill era una buena película en sí misma y aunque su final era abrupto y abierto, el espectador estaba satisfecho tras ver hora y media de peleas de infarto, violencia de la buena, destripamientos a tuti plen y a Uma Thurman repartiendo hostias como panes. Resumiendo: Kill Bill tenía buenos diálogos y buenos personajes. "La herencia de Valdemar" no tiene ni buenos diálogos ni buenos personajes. Sencillamente es una castaña pilonga, una hora y media de aburrimiento que el espectador aguanta estoicamente porque cree que, al final, habrá un sentido a todo este sufrimiento, pero cuando llega el esperado final..."¡Sorpresa! ¡Hay una segunda parte donde probablemente estará lo mejor de la película! ¡Toda la acción, todos los monstruos y todos los efectos especiales! ¡Este rollo de hora y media sólo era el prólogo! ¿Te ha gustado?". NOOOOOOOOO!
Por todo esto, la potente campaña de promoción de "La herencia Valdemar" ha estado formada por tres sólidos pilares que en realidad no sustentaban nada:
1º. "La película adapta libremente el universo literario de H.P. Lovecraft." Pues será en la segunda parte, porque en ésta, aparte de mencionar de pasada Dunwinch, poquita cosa más. Y que no me vengan diciendo que la ambientación y la atmósfera eran las propias de los relatos de Lovecraft. Un pimiento.
2º. El presupuesto de la película es de 13 millones de euros y además no ha contado con ningún tipo de subvención estatal, regional o vecinal. Vale, me lo creo. ¿y qué? ¿es por ello mejor película? No me cabe duda que la mayoría de la pasta ha ido destinada a los efectos especiales por ordenador (bien sabe dios que no ha sido en guionistas y actores), la mayoría de estos efectos digitales concentrados probablemente en la segunda parte, porque en ésta hay muy poquito, solamente un muerto medio descuartizado al principio de la peli y una invocación infernal con un demonio-zombie saltarín al final. Punto. También se habrán gastado sus dineros a la hora de ambientar históricamente la película en el siglo XIX, con todos esos trajes, peinados, localizaciones y carros de bomberos. Que vale, que queda muy bonito y muy creíble, dándole mucha calidad a la peli (sobretodo con esos tonos sepias a la hora de iluminar las escenas) pero, que quieres que te diga, ¡que yo quiero ver una peli de terror cañera, no la versión decimonónica de "Amar en tiempos revueltos" o cualquier otra telenovela melodramática similar! ¡que me da igual que los encajes de las cortinas sean realistas! ¡con tal de que den el pego va que chuta!
3º. "Es la película póstuma de Paul Naschy". Este es un vulgar y sucio truco para remover corazones y conciencias de los fans del terror de toda la vida, que tenemos a Jacinto Molina en un altar. No obstante, aunque mi devoción por Jacinto es absoluta, hay que reconocer que lo que más nos gustaba de Naschy no era su calidad interpretativa, sino su entusiasmo contagioso y su bizarro universo Kitsch. El papel de Jacinto Molina en esta peli es bastante soso y no le permite explayarse como sólo él sabía hacerlo. Además, está condicionado dolorosamente por su edad y su salud (sinceramente y no es broma, se me saltaron las lágrimas cuando lo vi subiendo las escaleras escapando del zombi en la escena final, porque se notaba que le costaba un montón hacer ese esfuerzo).
Resumiendo: que "La herencia Valdemar" no tiene nada de "Horror primigenio Lovecraftiano" ni bichos cósmicos tentaculares, y que poquito de los 13 millones de euros se han gastado en esta "precuela" a ver si cuela. Más bien es una película de terror victoriano a rebufo de otras del mismo estilo como "Los otros" de Alejandro Amenábar o "El orfanato" de Bayona (que manda huevos hacer una peli victoriana en España, que aquí no semos tan estirados como en la pérfida albión, que aquí somos más de apariciones marianas, demonios con chorizo, sacamantecas sarnosos y las caras de Vélmez, que aquí no hay mansiones victorianas sino cortijos andaluces o caseríos vascos).
Y ahora pasemos a lo mejor (léase peor) de la película: los increíbles personajes (no es que sean buenos, es que son literalmente increíbles: no te los puedes creer). Lo primero que daña la vista es que sobreactuan una barbaridad (paradójicamente, éste es uno de los principales fallos de "Rec"). Y no sólo los del siglo XIX sino también los de la época actual. De Norma Ruíz mejor no hablar, porque ya la han puesto a parir en todos los foros de internet. Muchísimo peor me parece Ana Risueño, que intenta interpretar a una mujer fría y enigmática y el único enigma que plantea es cómo la han podido contratar con lo mal que lo hace, con esa voz en falsete que da vergüenza ajena. Óscar Jaenada tampoco se queda atrás, un actor de nula preparación pero mucho instinto y aquí el instinto le ha dejado tirado. Pero los que se llevan la palma son los dos catetos que cuidan la mansión: el hombre que susurraba a las vacas y el tío que se hace canutos con los insectos, que en lugar de comérselos como Renfield, éste listo se los fuma (y supongo que los escarabajos se los comerá como si fueran tachas). Los únicos que se salvan de la quema son Silvia Abascal y Eusebio Poncela, grandes profesionales que pueden con todo, incluso con unos diálogos como estos. Con los personajes del siglo XIX la cosa empeora, ya que a la sobreactuación hay que añadirle una afectación bastante molesta. El director se defiende diciendo que intentaba emular el espíritu de las películas de terror clásicas de la Hammer o de la Universal, pero más bien le ha quedado como las pelis de los años 70 de Leon Klimóvsky o de Jesús Franco, pero sin su gracia ni su psicodelia. Vamos a ver, que el cine no es el teatro ni veceversa, y lo que queda de lujo en un escenario queda como el culo en la pantalla de cine. Que a veces no sé si estaba viendo "La herencia Valdemar" o "La venganza de Don Mendo", con tanta gente recitando chorradas pretenciosas.
Y lo del Aleister Crowley español no tiene nombre.
A parte de los personajes y sus coloridos diálogos, hay también momentos que son para sacarse los ojos con ahínco, sobre todo los tiernos momentos relacionados con los huerfanitos. Patética, cursi y lamentable es la escena en la que los niños conocen a sus futuros papás en la estación de tren y uno de ellos se come el chocolate con churros y se mancha el bigote, buscando la risa fácil (por cierto ¿alguien en algún cine sonrió con esta entrañable escena o sencillamente salió al pasillo a vomitar?). Y de la aparición estelar de Bram Stoker o Lizzy Borden mejor no hablar.
En fin, películas como esta son geniales para los críticos de cine y los comentaristas amateurs como yo, porque cada segundo de metraje es susceptible a ser criticado y humillado sin piedad. Pero, para ir acabando, seré bueno con la película y con su director: aunque a nivel artístico la película valga su peso en mierda, a nivel técnico la película está muy bien, con unos efectos especiales potentes y una fotografía interesante. El único error de José Luis Alemán fue dividir una película en dos e inflar un flashback de unos 20 minutos en un tocho de más de una hora. El 28 de enero del 2011 se estrena la ¿esperadísima? segunda parte, "La sombra prohibida" y yo, aunque parezca mentira, os recomiendo que vayáis a verla, porque probablemente lo mejor de este infausto "Proyecto Valdemar" estará en ella. Y si no, al menos vais prevenidos y os echáis unas risas con los colegas.
Aquí os dejo el trailer de la película, cortesía de Terrorynadamas.

invasión de los zombies atómicos, La

La invasión de los zombies atómicos (Incubo sulla cittá contaminata aka Nightmare city, 1980, Italia, México y España)
Dirección: Umberto Lenzi
Guión: Antonio Cesare Corti, Luis María Delagado, Piero Regnoli
Género: Zombies sádicos y promiscuos en el extrarradio de Madrid
Intérpretes: el gran Francisco Rabal, Hugo Stiglitz, Laura Trotter, Mel Ferrer, el de la caída del imperio romano de occidente
Sinopsis: Un periodista hippie con barbita y permanente va al aeropuerto porque el gran profesor Haikenberg va a llegar desde la central nuclear del estado para dar explicaciones al gobierno y al ayuntamiento, porque por lo visto hace unos días hubo una fuga de gas radiaoactivo en la central y las autoridades aún no saben qué consecuencias ha tenido lo nuclear en la población civil. Pues bueno, allí están todos esperando y el profesor que no llega. Pero de pronto, un avión militar Hércules aterriza a las bravas en el aeropuerto y de su interior salen decenas de zombies atómicos encabezados por el profesor Haikenberg, que también es un no muerto con mu mala leche, porque nada más poner los pies del suelo acuchilla a mi coronel. Los zombies, salvajes perdidos, masacran a todos los controladores aéreos del aeropuerto y extienden la infección por la ciudad mientras el alto mando del ejército, encabezado por Mel Ferrer y Paco Rabal (al que la invasión le ha fastidiado un momento íntimo con su santa esposa) idean planes para acabar con los zombies, en concreto el plan de emergencia H y, como reserva, la variante C por si la situación se les va de las manos. Desgraciadamente, ni el plan H, ni el plan C ni todas las letras del abecedario juntas servirán para detener a los zombies, porque además de asesinos, los muy pervertidos están palotes perdidos y quieren robarnos la honra.

En la historia del cine hay numerosas películas aberrantes, cutres, absurdas, delirantes, ridículas, incongruentes, estafadoras y malas de cojones. Pero os puedo asegurar que ninguna es tan sumamente grotesca y amoral como esta que estamos comentando, "La invasión de los zombies atómicos" dirigida por el inefable Umberto Lenzi, un charcutero italiano de lo exploitation que con menos miedo que vergüenza se dispuso a realizar una película con cuatro duros y mucho morro. El propio título, grandilocuente y oportunista como él solo, ya adelanta el típo de película que vamos a ver. Para empezar, diez o veinte tíos corriendo por un descampado no es técnicamente una "invasión", más bien parece un grupo de extras que por un bocadillo y una cocacola se ponen a hacer el mono delante de la cámara; después, los zombies son zombies por que tú lo digas, porque a parte de lo del tiro en la cabeza para matarlos, no se parecen en nada a los zombies clásicos, tanto de la rama del vudú como del subgrupo romeresco. Para empezar, estos zombies no andan cojeando con la pata chula, sino que los tíos corren, saltan, pilotan aviones, saben karate, judo y taikuondo. A nivel de matar, en lugar de pegar moridiscos, como el dentista está muy caro, los cabrones cogen cuchillos, pistolas y metralletas y se ponen a matar lo más bastarda y cabronamente posible a la gente, y encima lo disfrutan. Sus cuerpos no están descompuestos, sencillamente tiene pegotes de plastilina en la cara que simulan quemaduras radioactivas y uno no sabe si está viendo un zombie, una pizza con peperoni o al primo-hermano del vengador tóxico. Y para acabar, estos farsantes no comen carne humana sino que se beben la sangre de sus víctimas a buches. En fin, un espectáculo impresentable, como os podéis imaginar.
No obstante, aquí no se acaba el cutrerío, porque tanto el argumento, como los personajes, como los diálogos, como la ambientación y los exteriores dan vergüencita ajena. Vamos a ver, si la película está ambientada en una capital de Estados Unidos...¿a quién se le ocurre grabar escenas en el extrarradio de Madrid, en el parque de atracciones, en el aeropuerto de Barajas o en la M-30? Gloria bendita, que el tongo canta más que Carusso. Y con los uniformes y vehículos pasa lo mismo, que el director se creía que con poner en la puerta de un Seat "police" ya se iba a creer el espectador que estaba en la gran manzana. El guión hace aguas por todos lados porque carece de la más mínima coherencia (más que nada porque el presupuesto era ajustadísimo y no podían hacer más). Ahí tenemos a ese ejército norteamericano que no son más inútiles porque no se han levantado temprano, con ese Mel Ferrer quieto como una estatua dando órdenes sin sentido (que luego nadie cumple) y ese Paco Rabal dando vueltas en helicóptero por los descampados madrileños viendo correr a 20 descerebrados. Los diálogos son también para no echar gota, por pedantes y grandilocuentes, que a veces los personajes se ponen a filosofar cosa mala, hablando de la lucha de clases y la evolución de las especies. Los especialistas son los protagonistas del film, el periodista y su esposa enfermera, que mientras escapan, pegan tiros y se ahostian entre ellos, se ponen a hablar y no hay quien los pare.
En fin, como película de terror, "La invasión de los zombies atómicos" es impresentable. No obstante, como película de humor involuntario y descojone generalizado, la película cumple a la perfección su cometido, porque susto no da, pero risa, un montón.
Para empezar, tenemos las multitudinarias y caóticas escenas de masacre, tanto en el estudio de televisión (con esas mama-chichos de saldo) como en el Hospital, donde los incubos despliegan sin tapujos su mala hostia. También tenemos momentos sublimes, como ese bicho que le corta una teta de plastilina a una bailarina o ese cirujano-ninja que le lanza un bisturí a un zombie como si fuera un shuriken. La sección de despelote también está cubierta con creces, porque los desnudos más gratuitos no pueden ser. Además, tenemos escenas románticas y eróticas, como la de Paco Rabal con una gachí, que a fuerza de magrearla la va a desgastar, o esas bailarinas y enfermeras a las que accidentalmente se le rompe la blusa.
El final de la película es una estafa total, tanto en la forma como en el fondo (Lenzi no tuvo ni que rodarla, ya que hizo un "corta y pega" con los primeros minutos del film) y el maniquí que se cae del helicóptero y se pega el golpe con la noria del parque de atracciones de Madrid refleja a la perfección la sutil esencia del film. Cinema verité, vamos.
No obstante, aunque la película es una mierda pinchada en un palo, hay algo que sí que vale la pena: nuestro Paco Rabal que estás en los cielos, un actor todoterreno que con filosofía y paciencia encarna a un coronel del ejército americano, dándonos a todos lecciones de humilidad y profesionalidad: unos días ruedas películas con Buñuel y Antonini y otros días tienes que participar en engendros de este tipo. La vida es ansí.
Resumiendo: la película es malísima pero a nivel friki es una joya imprescindible que no debería faltar en ninguna filmoteca ¡Viva el cutrerío!
Aquí os dejo un video hecho por mí mismo. Pero AVISOOOOOOO! el video tiene unos cuantos SPOILERRRRSSSS.


Pagafantas

Pagafantas (Pagafantas, 2009, España)
Dirección: Borja Cobeaga
Guión: Diego San José y Borja Cobeaga
Género: Comedia romántica peripatética y un pelín absurda
Intérpretes: Gorka Otxoa, Sabrina Garciarena, Kiti Manver, Oscar Ladoire, María Asquerino y un par de Muchachada Nui: Julián López y Ernesto Sevilla
Sinopsis: El argumento es superoriginal: Un tío feucho, entradito en carnes y un pelín friki se enamora de una muchacha guapísima que está muy buena, pero ella sólo lo quiere como amigo del alma. El chaval, lejos de desanimarse, intentará conquistar a la chica por todos los medios humanamente posibles, pero ella ni caso, que la tía no es tonta y le van más los cuerpos danone como el de Michel Brown.

"Pagafantas" es una película como la vida misma: tiene bastantes cosas malas, pero no por ello deja de ser entretenida e interesante, porque hay cosas muy buenas que merecen la pena disfrutar. Tras un corto a sus espaldas ("Éramos pocos"), Borja Cobeaga dirige un film muy irregular donde las virtudes y los defectos del futuro cineasta están a flor de piel, algo totalmente natural, por otra parte, ya que ésta es su ópera prima y en algún lugar tendrá que desfogarse el chacho. Por un lado, tenemos el tema central de la película, un planteamiento argumental que casi nunca se ha tratado en el mundo del cine y la televisión, solamente una o dos millones de veces. Vaale, reconozco que es un tema universal, arquetípico y primigenio del ser humano macho el hecho de babear sentimentalmente por una tía buena y pretender que se fije en nosotros a nivel sexual haciéndonos su amigo. Vaale, reconozco que es una historia con la que es fácil indentificarse (sobretodo los frikis como nosotros) y, Vaale, reconozco que lo que importa es el desarrollo de la trama y no el punto de partida. Pero lo que no Vaale es la repetición Ad Infinitum de una serie de esquemas del cine estadounidense puramente comercial, donde al espectador se le muestra de antemano el caminito lerén para que no se pierda en disquisiciones morales ni conceptuales. O sea: "la película va de esto. Sabes cual es el planteamiento, cual es el nudo y cual es el (posible) desenlace, así que no te comas mucho la olla, que esto es para reir y comer palomitas". Hombre, a mí me gusta mucho reír y comer palomitas, pero también darle al coco de vez en cuando y que no me lo den todo hecho. Por todo esto, el hilo argumental es poco original y previsible, siguiendo fielmente la fórmula de la coca-cola en cuanto a comedia romántica patética se refiere.
El desarrollo de los personajes tampoco es que sea muy brillante precisamente. A excepción del protagonista Gorka Otxoa y del genial y poco prodigado Óscar Ladoire, el resto de los personajes tiene la profundidad de la piscina de los niño chicos. Vale, que esto no es Hamlet ni una película de Chuck Norris, donde el noúmeno de los seres humanos es fundamental, pero ¡Leches! un poquito más de información. Por ejemplo, la protagonista femenina, interpretada por una deslumbrante Sabrina Garciarena, que no niego que el personaje es una monería de muchacha pero, a parte de que es muy extrovertida, le gustan héroes del silencio y que quiere ser peluquera ¿qué más sabemos de ella? ¿Cuáles son sus deseos, sus miedos, sus anhelos y todo ese rollo? Resulta evidente por qué Chema se ha quedado prendado de ella (la tía está muy buena y pertenece a un mundo más alocado y espontáneo que el suyo) pero si el espectador quiere empatizar con la muchacha, el director tiene que darnos algo más que escenas de cama enseñando cacha o imitaciones horribles del acento vasco (Sabrina, de todo corazón, practica ese acento euskera porque te sale un poquito mal, concretamente como el culo). No hubiera quedado nada mal alguna escena intimista de los dos hablando, demostrando ella que es tan guapa por dentro como por fuera. Otro personaje bastante infrautilizado es el de Kiti Manver, que queda como ama de casa y madre en la vida bastante sabia pero sin chicha ni limoná, simplemente un personaje complementario que orbita en torno a Borja o al "tito". Y hablando de estas dos joyas, son los personajes mejor desarrollados de la historia, quizás porque la peli puede ser bastante autobiográfica. Para empezar, ambos son muy cobardes, llegando a unos límites de patetismo increíbles. Prefieren amar melancólica y nostálgicamente a una persona es lugar de cogerla por la cintura y decirle: "Nena, tú me gustas mucho, ¿el sentimiento es recíproco?". El personaje de Gorka Otxoa está en una edad en la que la sociedad le empuja a vestirse con las ropas de la presunta madurez, esto es, casarse, tener hijos, pagar una hipoteca y convertirse en su padre. Borja se resiste, corta con la novia de toda la vida y va en busca de algo "mejor", sin comprender que su problema no es encontrar a la mujer ideal sino cambiar el enfoque de su vida. El personaje de Óscar Ladoire está genial en su profundo patetismo y resignación, dándole a su personaje los toques justos de angustia y esperanza por conseguir el amor deseado. También es muy entrañable la relación que tiene con Chema, de lealtad absoluta y apoyo incondicional, como si fuera su propio hijo. Por todo esto, ambos personajes se merecen un 10. El resto, un aprobado por los pelos (excepto Sabrina, of course, que a nivel físico se merece un 11,5).
Lo mejor de la película es esa intención fresca y original de darle al film un toque absurdo, delirante y esperpéntico que rompa los límites de lo convencional y le dé más gracia y salero a un argumento sobado hasta la náusea. Para empezar, tenemos ese "diccionario para perdedores" con imágenes de falso documental que interrumpen convenientemente el desarrollo de la película para aclararnos una serie de dudas filológicas: "hacer la cobra", "el abrazo del Koala", "La postura del Lemur" o el propio título, "Pagafantas" son perfectamente definidos con mucho desparpajo y mala uva, en un ejercicio sano y sádico de autoflagelo por parte del director y de muchos de los espectadores. Después tenemos un montón de momentos divertidísimos, como la persecución de la moto, el botellazo en la discoteca, los dos cumpleaños de Chema o la surrealista escena en la que la estoica María Asquerino está en ese siniestro pasillo, sacado de "El resplandor" de Kubrik, y suelta sus perlas de sabiduría. El problema es que son "momentos", es decir, escenas aisladas que enriquecen la trama pero que no forman parte de ella. Son como pequeños gags o chistes surrealistas y absurdos que jalonan la historia de Chema y Claudia, pero sin una verdadera sustancia ulterior que les dé base y contenido argumental. Eso sí, te partes la caja de risa.
Otro aspecto a destacar es la ausencia de sexo explícito, es decir, a ninguna mujer se le ven las tetas (a diferencia del 99% de la comedia cafre española), lo cual también supone un soplo de aire fresco, porque unas tetas de vez en cuando y si el argumento lo requiere están bien, pero poner tetas porque sí, al final cansa.
Los diálogos están bien, en la línea de la comedia costumbrista juvenil de las series españolas de televisión, con un tono ágil y desenfadado, aunque sin buscar el chiste fácil cada 30 segundos. ¿Diálogos chispeantes? bueno, si metes los dedos en el enchufe mientras ves la peli, pues sí.
En cuanto al final del la película, sin ser realista, tampoco es el esperado (o sea, que la muchacha de pronto se da cuanta que está enamorado de su amigo del alma y practican el coito). La trama queda inconclusa, lo cual favorece la realización de una segunda parte (y tanto las buenas críticas que ha cosechado la peli como su potente recaudación en taquilla favorecen el negocio).
Por último, señalar un dato friki que si no lo digo reviento: en una de las escenas, Chema está viendo por televisión la genial película de Pedro Temboury "Karate a muerte en Torremolinos", con Jocántaro comiéndose a un turista desprevenido y el profesor Malvedades refocilándose por ello.
En fin, a pesar de sus errores y su espíritu intrascendente de comedia juvenil, "Pagafantas" es una película que merece la pena ver, por interesante y cachonda, y sobre todo porque su director, Borja Cobeaga, se revela en ella como un director con mucho potencial y posible referente del futuro cinematográfico aspañol.
Aquí os dejo el trailer de la película del canal de You Tube películapagafantas.

Blood, el último vampiro

Blood, el último vampiro (Blood, the last vampire, 2009, Hong Kong)
Dirección: Chris Nahon
Guión: Chris Nahon pero con el ojo puesto en los personajes creados por Katsuya Terada y en el guión de Kenji Kamiyama del anime del 2001
Género: Cazadoras de vampiros vestidas de colegiala y artes marciales con espadas y mucha sangre
Intérpretes: Gianna Jun, Allison Miller, Masiela Lusha, Liam Cunningham
Sinopsis: En plena guerra del Vietnam, una base norteamericana en Japón sufre unos violentos y misteriosos ataques. No, no se trata de un vietcong rezagado. Los culpables son unos vampiros más bestias que un arado, que no se conforman con chupar la sangre del cuello de su víctima, sino que la descuartizan entera. Pero que nadie se asuste porque aquí llega Saya, una cazadora de vampiros que se hará pasar por una inocente estudiante para desenmascarar a los chupasangres y darles con la espada donde más les duele.

Más de uno se hará la picha un lío con "Blood, el último vampiro" porque hay más versiones que setas en el campo. Primero está el anime, realizado por Hiroyuki Kitakubo en el 2001 y que más o menos es como esta película; después está el manga, creado por Benkyo Tamaoki y cuyo contenido es bastante erótico-festivo, porque el dibujante me saca a Saya continuamente sin ropa interior ni exterior y en actitud sexir; y después hicieron una serie de televisión titulada Blood+ (aunque en España la tradujeron también como "Blood, el último vampiro") que tiene básicamente los mismos personajes (más un montón nuevos) pero el argumento y la caracterización de los personajes es bastante diferente (y de dicha serie también hicieron un manga). A parte, hay unos cuantos libros y videojuegos dando vueltas por ahí. Como ves, el universo de Saya es rico rico y con fundamento, pero ahora me voy a centrar en la peli de imagen real, osease, esta misma.
Como ya dije antes, la película es un remake del anime del 2001 (la primera escena está calcada imagen por imagen). Saya es una mestiza (mitad humana y mitad vampiro) obsesionada por vengar a su papi que era un samurai potente en el siglo XVI que murió a manos de la vampiresa jefe. A nivel sentimental, Saya es un pedrusco en mitad del campo porque la mayoría de las veces ni ríe ni llora ni da frío ni calor: ella, toda seria, matando bichos en actitud estoica, parece más inhumana que los monstruos a los que combate, lo cual dificulta bastante que el espectador sienta algún tipo de comprensión o afecto por ella. Por eso, el director le pone al lado a una muchacha norteamericana que se pasa la película llorando, gritando y haciendo pucheros, a ver si se le pega algo a Saya, pero nada, ella fría como un poloflan. Otro intento para que sintamos algo por Saya es ese truco vulgar y gratuito de ponerle un uniforme de colegiala, lo cual choca bastante porque en el instituto nadie lleva uniforme. Y si esto fuera poco, a la chica le ponen unas trencitas para dar más morbo, aunque en lugar de morbo lo que da es vergüenza ajena, porque Saya es una tía hecha y derecha y con ese trajecito de marinerito queda un pelín ridícula, que parece que va a hacer la primera comunión.
El argumento es poco original y se puede escribir en una servilleta. Hay conspiraciones en la sombra, buenos que se vuelven malos y telenovelas familiares tipo Darth Vader, pero todo es bastante predecible y poquitas sorpresas hay. Los efectos especiales son correctos, del montón, pero hay algunos momentos que son patéticos, sobre todo cuando el vampiro se transforma en monstruo, quedando todo muy falso y cutre-lux.
Resumiendo: "Blood, el último vampiro" no tiene personajes expresivos ni creíbles, ni un guión original, ni efectos especiales destacables. Entonces...¡¿Qué tiene, por amor de Zeus?! Bueno, si quieres ver la película, que sea por sus geniales combates coreografiados, que ahí sí que está muy guay la película. Si no me falla la memoria, hay cuatro grandes combates en la película, pero sólo tres merecen la pena. El primer encontronazo recuerda mogollón a la pelea de Kill Bill vol. I, donde Uma Thurman se enfrenta a los 88 maníacos, pero aquí tenemos a Saya destripando vampiros a diestro y siniestro. La batalla final es la más vistosa, con muchos efectos especiales, gente volando y rayos y centellas. Pero la mejor batalla es una que ocurre en el pasado, donde el tutor y mentor de Saya, un samurai anciano, debe enfrentarse a un trillón de ninjas cabrones y traicioneros. En fin, por estas tres escenas merece la pena ver la película entera, aunque aviso que la sangre de los bichos es con gas, porque cuando Saya corta a alguno, la sangre sale en burbujas.
"Blood, el último vampiro" es una película de acción del montón, con algunos toques de terror y con varias escenas de lucha muy interesantes, pero en conjunto, bastante normalita. Para ver, disfrutar y olvidar.
Aquí os dejo el trailer de la película, cortesía de cyrn84



Y ya que estamos, aquí os dejo un opening de Blood+, una serie que me encanta, todo sea dicho, video cortesía de Angeloflight1306.

gato en el cerebro, Un

Un gato en el cerebro (Un gatto nel cervello aka Nightmare Concert, 1990, Italia)
Dirección: Lucio Fulci
Guión: John Fitzsimmons, Giovanni Simonelli, Antonio Tentori y Lucio Fulci
Género: Gore Metacinematofráfico (quicir, cine dentro del cine)
Intérpretes: Lucio Fulci, David Thompson, Jeoffrey Kennedy, Malisa Longo
Sinopsis: Nuestro Lucio Fulci está rodando una de sus películas de terror y casquería fina, que trata de un caníbal que descuartiza a tías jamonas y luego se las come. Precisamente, llega la hora del almuerzo y Lucio Fulci se va a su restaurante favorito para comerse un bistec. Pero cuando se sienta a la mesa y ve la carne, se acuerda de la película que está realizando y le da asquito. A partir de aquí la olla se le irá cosa mala, porque su mente empezará a mezclar realidad y ficción. Y no es una ficción de "Alicia en el país de las maravillas", no, es la ficción de todas sus películas de terror, lo cual tiene a mi Lucio acojonadito perdido. Da la casualidad que un vecino suyo es psicólogo e hipnotizador y va a su consulta para que le cure un poquito. El problema es que el psicólogo es, además, psicópata e intentará inculpar a nuestro Fulci de sus crímenes. ¡Será cabrón!

Lucio Fulci (1927-1996): Maestro, padre y abuelo del cine de terror exploit Italiano y fuente de inspiración de un montón de directores del mundo entero (entre ellos, Quentin Tarantino, que le dedicó entera la peli Kill Bill vol. II). Su mayor virtud era la sinceridad de sus planteamientos: ir a ver una película de Lucio Fulci era una apuesta segura, porque fijo que te ibas a encontrar un buen número de crímenes brutales y de mal gusto y alguna señorita enseñando senos. Su mayor defecto era que a veces no te enterabas de qué iba la película, pero como te lo pasabas bien viéndola, se lo perdonábamos y punto. No obstante, el ataque recurrente de la crítica especializada "intelectual" gafapastoide insiste en señalar que el guión de las películas de Fulci es, en el mejor de los casos, caótico e incoherente, y en el peor, inexistente, siendo un cúmulo de escenas impactantes y de mal gusto enlazadas de mala manera. A lo largo de su carrera, Lucio Fulci, lejos de desmentir esa teoría, la confirmaba, argumentando que las exigencias de producción del cine exploitation no le permitían desarrollar esos argumentos convenientemente y debía centrarse en las escenas que, en última instancia, su público demandaba, esto es, escenas de destripamientos, descuartizamientos, tetas y culos. "Un gato en el cerebro", testamento fílmico de Lucio Fulci (el director fallecería 6 años después), parece confirmar esta teoría, sincera y oportunista a partes iguales, con una trama llena de escenas gratuitas de gore sanguinolento, despelotes generalizados y sin ningún tipo de coherencia argumental (bueno, sí, la justificación a tanto cafrerío es que son alucinaciones de Lucio Fulci, con esto y un bizcocho hasta mañana a las ocho). Con este acto arrogante y divertido, Lucio Fulci, lejos de pedir perdón por su obra cinematográfica, la reafirma, sintiéndose orgulloso de ella porque, en última instancia, cumplía a la perfección con su objetivo: estremecer al espectador.
La peli comienza siendo un ejercicio metacinematográfico donde realidad y ficción se entrelazan continuamente. En clave de sorna y humor negro, Lucio Fulci hace una reflexión sobre su cine y su impacto en el público y en la cultura popular. De esta manera, interpreta a un director asaltado por las dudas y los miedos, temeroso de que su obra sea, en el fondo, una basura sádica y grotesca. ¿Dar al público lo que quiere es una justificación para filmar tanta aberración criminal y sexual? Angustiado por la certeza de que su herencia cultural al mundo del cine sea oportunista e insignificante (como tantas veces le ha repetido la "cúpula" cultural), por primera vez en su vida está más perdido que un pingüino en un garaje y continuamente atormentado por las escenas de terror que regaló al mundo. No obstante, y como no podía ser de otra manera, al final de la película Lucio Fulci destierra todas estas dudas y reafirma su papel de narrador de historias de terror cuyo principal objetivo es entretener al respetable público.
El film es muy divertido, sobre todo porque tiene muchas bromas y muchos guiños para el espectador. Por ejemplo, hay una escena en la que un grupo de periodistas alemanes visita a Fulci para rodar un documental. A Fulci se le va la olla y se imagina rodando una escena en la que unos nazis están en medio de una orgía. Cuando recupera el sentido, se da cuenta de que le ha pegado una hostia a un cámara y a la entrevistadora ha intentado desnudarla. La mujer, lejos de indignarse, le da las gracias, confirmando la idea de que contra más nos putea Lucio Fulci con sus escenas horripilantes y desagradables, más agradecidos le estamos. Por otro lado, el director tiene el desparpajo de recrear una de las escenas clásicas de Hitchcock, la de la ducha de "Psicosis" pero siendo fiel a su inimitable estilo, es decir, sacando mucha sangre y mucha teta. Este tono de reflexión, autocrítica y poca vergüenza caracteriza la primera parte del film, pero, desgraciadamente, el argumento acaba cayendo en una monotonía un tanto aburrida protagonizada por las cada vez más numerosas escenas gore que son pura entelequia, principio y fin en sí mismas y que a pesar de que están bien hechas, son completamente gratuitas y acaban cansando (sobre todo porque se alejan del principal interés del film, ese tratamiento metacinematográfico lúcido y desmitificador de Lucio Fulci).
En fin, "Un gato en el cerebro" es una película imprescindible para todo buen seguidor de Lucio Fulci y un film muy divertido a la par que desagradable y bestia, en la línea de nuestro querido director fetiche, que con el paso de los años no perdía facultades sino que aumentaba exponencialmente su mala uva.
Aquí os dejo el trailer de la película, cortesía de ThraumaTube.

Ghoulies

Ghoulies (Ghoulies, 1985, USA)
Dirección: Luca Bercovici
Guión: Jefery Levy y Luca Bercovici
Género: Aprendices de brujo demoníacos y monstruos de peluche gamberros
Intérpretes: Peter Liapis (que tiene una cara de bellotero que tira de espaldas), Lisa Pelikan (que se parece un montón a la hermana de Mulder), Michael Des Barres (encarnando al papi-brujo con los ojos verdes y los cuernos de un torito bravo), Jack Nance (un mindundi que parece que no sabe nada pero lo sabe to)
Sinopsis: En una noche de luna llena, un brujo cabrón quiere sacrificar a su hijo porque, entre otras cosas, eso es lo que hacen los brujos satanistas. Pero que no cunda el pánico, porque ahí está la madre coraje que rescata al niño y le pone un colgante que le hace inmune a la magia negra del padre putativo. El brujo cabrón se enfada, mata a la madre y le dice a uno de sus esbirros que se lleve al niño a la China continental, que no lo quiere ver más. Da la casualidad que el esbirro es buena persona y decide cuidar al niño y apartarlo del mundo de la magia negra. Por eso, cuando el nene llega a la mayoría de edad, le deja ir a la mansión familiar, donde el padre brujo (ya fallecido) tenía todos sus libros de magia negra, sus túnicas kitsch, sus tridentes eléctricos y sus altares satánicos. Como de casta le viene al galgo, el nene se picará con la magia luciferina y en una noche tonta invocará a unos pequeños demonios cabrones, los ghoulies, y ya está todo el pescado vendido.

"Ghoulies" resume a la perfección el espíritu exploitation de los años 80: una película mala de cojones pero con mucho carisma. Englobada en el subgénero "little bastard monsters" a raíz del éxito de los Gremlins de Joe Dante, esta película tiene una poca vergüenza impresionante, porque los pequeños monstruitos salen poco y mal, siendo el tema central del film la paulatina posesión del hijo del brujo por el espectro de su padre, que el chaval empieza a jugar con las cosas satánicas y al final va perdiendo la personalidad en favor de la del padre, que el cabrito está esperando en el nicho para hacer acto de presencia (argumento que nos recuerda al clásico relato de H.P. Lovecraft "El caso de Charles Dexter Ward"). El muchacho está tan obsesionado con la magia que incluso para cumplir conyugalmente con la novia se pinta un pentagrama debajo de la cama y así no tiene que tomar viagra. Por todo esto, la verdad es que los ghoulies no pintan nada en la historia, sólo son un mero adorno y un evidente reclamo comercial para que los chavales piquen y vayan al cine o se alquilen la película esperando ver un espectáculo similar al de los Gremilins o los Critters, con cientos de bichos saltando y dando por el bottom. Pero ¿sabéis que os digo? ¡Que me da igual! los bichos son tan gamberros, tan cabrones y tan encantadores (en especial el bicho verde calvo de la portada, como una versión mutante de Pato WC) que le perdono al director lo granuja que es. Hay que reconocer que la idea tiene potencial, pero como el presupuesto no da ni para pipas, los bichos apenas son marionetas sin movilidad enfocados en primer plano o en plano medio para que no se le vean las piernas (o el brazo del tío que los está moviendo). O sea, que nadie espere ver unos guiñoles como los de Jim Henson o Frank Oz, ¡ni mucho menos! más bien son títeres cutres como los del parque un domingo por la mañana y va que chuta. Pero la serie Z es lo que tiene: contra más cutre, más divertido. No obstante, hay algunas secuencias escalofriantes, como la del muñeco con la cara blanca que está en la mecedora y en el armario indistintamente.
Exceptuando a la pareja protagonista, los personajes son bastante tópicos y patéticos, un puñado de "jóvenes-adolescentes" amiguetes que van a las fiestas a beber, endrogarse y a arrimar cebolleta: está el ligón chulo playas, están las tías buenas (dos), están los colgados drogatas (el de las gafas de sol es muy divertido) y está el friki que no liga ni una. Y no solo es mala su interpretación, sino también su estilismo, porque me llevan unos peinados y unos trajes que son de lo más hortera de los 80´s. A nivel argumental, estos personajes no sirven para nada, pero como carne de cañón cumplen a la perfección su cometido, siendo masacrados por los ghoulies, por una pareja de enanitos o por el propio brujo cabrón. Y hablando de masacres, en la peli apenas hay gore, a excepción de un bulto en el entreteto de la madre o algunos arañazos y mordiscos. En cuanto al padre brujo, queda muy bien como supervillano grandilocuente y egocénctrico, con sus grandes poses, su afectación aristocrática y sus ojos verdes fosforitos. Además, el tío es un ambiguo y un degenerado sexual, porque le quiere comer la boca a su propio hijo ¡vamos, que además de satánico es un rato guarro el tío! Y el final de la peli es apoteósico, con una batalla de brujos que ni el señor de los anillos, con sus rayos rojos y azules que sería la envidia de Gandalf y Sauroman.
Como ya dije en un principio, el carisma y el potencial de la película era innegable y tuvo un éxito de taquilla impresionante, lo cual propició varias secuelas con un nivel de cutrerío similar a la original. En concreto fueron 3 secuelas: "Ghoulies 2", "Ghoulies 3: los ghoulies van a la universidad" y "Ghoulies 4: los ghoulies tras el amuleto maldito". Estas películas fueron pasto de videoclub, con una audiencia compuesta en su mayoría por niños y pequeños adolescentes que flipaban (flipábamos) en colores a pesar de lo malas que eran.
En fin, "Ghoulies" es una película que no conoce el término medio: o la amas o la odias profundamente. Yo me encuentro entre los primeros (aún reconociendo que la peli es un rato cutre). Aquí os dejo el trailer de la película (cortesía de Trashtrailers).

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Y aquí os dejo una de las escenas clave de la película, o como LosBrothers69 ha titulado, "Ghoulies orgasmus".

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chicos del maíz II: El sacrificio final, Los

Los chicos del maíz II: El sacrificio final (eso no te lo crees ni tú, que todavía quedan 5 entregas más) (Children of the corn II: The final sacrifice, 1993, USA)
Dirección: David Price
Guión: Dicen que la peli está basada en un relato de Stephen King, pero la verdad es que no. El guionista Gilbert Adler continúa el planteamiento de la primera parte, que adaptaba libremente un cuento de Stephen King
Género: Disputas generacionales protagonizadas por niños cabrones y homicidas con un interés especial por el maíz en bruto
Intérpretes: Ryan Bollman (como el niño cabrón), Terence Knox (como el periodista lechón), Ned Romero (como el indio apache profesor de universidad), Rosalind Allen (guapísima propietaria de una casa rural), Paul Scherrer (el hijo rebelde y agilipollado del periodista lechón) y Christie Clark (una joven campesina que está loca por salir del pueblo y que también está muy buena)
Sinopsis: Varios días después del final de la primera parte, las autoridades descubren la carnicería del pueblo de Gatlin, donde los niños, entrañables ellos, han masacrado a sus mayores tan guapamente. La policía culpa del sindiós a Isaac y Malackay y como ambos están muertos, deciden llevar al resto de los niños huerfanitos al pueblo de al lado para darles un techo, comida y cariño. A cambio, los niños les darán por culo a los adultos, porque EL QUE CAMINA DETRÁS DE LA HILERA (que el tío es un pervertidor de menores más peligroso que Leticia Sabater y Xuxa juntas) está al acecho esperando a que un niño se meta en un campo de maíz para poseerle y dirigir la comunidad infantil a la masacre total. Desgraciadamente, estamos hablando de Nebraska y no puedes dar dos pasos sin encontrarte con un maizal, así que es solo cuestión de tiempo que algún niño pique. Paralelamente, desde Nueva York, un periodista y su hijo rebelde llegan al pueblo a investigar la noticia. Investigar no sé si investigan mucho, pero los muy cabrones consiguen ligar con dos tías buenísimas.

La primera parte de "Los chicos del maíz" fue un peliculón, entre otras cosas gracias a su interesante planteamiento que explotaba uno de los miedos primordiales del ser humano: que nuestros hijos acaben superándonos y sustituyéndonos (aunque en la peli, más que sustituir, lo que hacían era asesinar de la manera más cabrona posible). Y como ocurre con todas las grandes películas que tienen una recaudación de taquilla potente, los productores, en lugar de buscar nuevas historias, tiran por el camino fácil y alargan el planteamiento inicial como un chicle, aprovechando el éxito precedente y repitiendo la fórmula una y otra vez con escasas variantes. Y eso es lo que tenemos en "Los chicos del maíz II: el sacrificio final", un "jet-stender" de lo mejor de la primera parte, sin un ápice de originalidad ni calidad. ¿Y para qué se iban a molestar en hacer algo nuevo? si en el fondo los espectadores somos gilipollas y nos tragamos cualquier cosa ¿verdad? Un mojón. No obstante, y en honor a la verdad, esta peli cuenta con un humor negro (no sé si intencionado o no) que la salva de la quema y de la condenación eterna. Pero primero, repasemos lo malo de la película, que no es poco.
Lo primero que daña a la vista es la atmósfera de telefilm barato que tiene la peli. Tanto la calidad de imagen como la puesta en escena denotan que la película anda escasa de presupuesto, con lo cual tienen que apretarse el cinturón muy mucho para que el productor no les corte los huevecillos. Esto se traduce en unos efectos especiales cutres y casi inexistentes, unas localizaciones sosas y repetitivas y, sobretodo, en un guionista más malo que pegarle a un padre, porque la historia no puede ser más trillada y predecible. Reconozco que el chico se esfuerza y pretende mezclar multitud de conceptos e ideas en el argumento, pero lo único que consigue es marear la perdiz (y al espectador) con chorradas sin sentido. Por un lado, tenemos la típica y tópica lucha generacional entre el padre periodista y el hijo rebelde que no se la cree ni la madre que los parió y que se traduce en un montón de gilipolleces melodramáticas, todo ideado para que el espectador crea que el niño se va a pasar al lado de las fuerzas del mal, pero eso es absurdo, porque el chaval acaba de sacarse una novia potente y tiran más dos ojos azules que toda la verborrea del que camina detrás de la hilera. Por otro lado, tenemos a ese indio apache profesor de universidad que al principio dice que no sabe nada y después no para de dar explicaciones sobre la matanza de los niños: primero dice que la culpa la tiene una piedra en el monte que tiene unos dibujos de unos niños indios matando a sus padres por vagos; después dice que la culpa es de un montón de maíz en mal estado que si lo hueles te vuelves loco perdido (y ya que estamos, el guionista se saca de la manga un complot conspiratorio de las autoridades locales); después dice que todo es una venganza de la madre tierra, que ya está harta de que la jodan viva con pesticidas. Al final, nada está claro, y nosotros, ante la duda, preferimos la explicación de la primera parte: que la culpa la tiene el demonio, que es un cabrón, y santas pascuas.
Pero, como dije en un principio, si la peli merece verse es por su sentido del humor y porque, en ocasiones, da la sensación de que no se toma demasiado en serio a sí misma. Lo más divertido de la película es el sadismo de los niños y las diferentes e imaginativas maneras de asesinar a los adultos: a una anciana le tiran una casa encima (no es broma); a otro le joden la cabeza con un muñeco de vudú; para cargarse a una anciana que va en una silla de ruedas electrónica, cogen un mando teledirigido y la lanzan contra un camión y la pobre mujer sale rebotada y choca contra una sala donde se juega el bingo. En fin, una violencia propia de los dibujos animados, que causa más risa que susto. El maizal también tiene ganas de broma, porque a veces se pone a cantar "te hemos visto, vamos a por tí. Te hemos visto vamos a por ti" con un ritmo y una marcha que no se puede aguantar. Y después tenemos ese esperpéntico final, con máquinas segadoras a todo tren, niños con arcos y flechas como los indios, el periodista lechón atravesando a niños con lanzas y el mismo bulto bajo tierra de la primera parte avanzando sin ton ni son, que no sé si es el demonio o un topo gigante.
En el apartado hormonal, tenemos a las dos protagonistas del film, Rosalind Allen (dueña del hostal donde se hospedan el periodista, el hijo y el cabecilla de los niños infernales) que con ese peinado a lo casco, esas blusas una talla más pequeña y esas minifaldas no dejan indiferente a nadie; y también tenemos a Christie Clark, una muchacha que quiere irse del pueblo sea como sea y una posible vía de escape es ligarse al pánfilo del hijo del periodista, que por lo visto no ha catado a una tía en su vida. Para conseguirlo, la muchacha se pone unos escotazos montada en una moto vespa y además se baña en los manantiales cercanos de forma voluptuosa. No obstante, el plan le sale rana porque cuando por fin se va a acostar con el muchacho, encuentran una mano cortada enterrada en el maizal y les corta el rollo.
Resumiendo: "Los Chicos del maíz II" es una película muy cutre y muy inferior a la original, pero se deja ver porque en ocasiones te partes la caja de risa con lo mal hecha que está. En ningún momento asusta pero la carcajada está asegurada.
Aquí os dejo un divertido video hecho por boxeo11 que resume a la perfección la película.

hundimiento de Japón, El

El hundimiento de Japón (Nihon chinbotsu aka The sinking of Japan, 2006, Japón)
Dirección: Shinji Higuchi
Guión: Masato Kato, basado en una novela de Sakyo Komatsu
Género: Drama humano profundo y un terremoto de fondo
Intérpretes: Tsuyosi Kusanagi, Kou Shibasaki, Etsushi Toyokawa y Mao Daichi (ahora bien, no me pidas que te diga quien es quien en la peli porque no tengo ni idea)
Sinopsis: Los científicos norteamericanos, que son unos enteraos y unos soberbios, dicen que en unos 40 ó 50 años el Japón entero se hundirá bajo las aguas a base de terremotos, maremotos y demás putadas. El primer ministro y su gabinete respiran tranquilos: "hombre, tío, que 50 años son muchos años". Pero de eso nada, que de pronto sale un científico japonés con los pelos revueltos que dice que de 50 años nanai, que al Japón le quedan 338 días y va que chuta. Al principio no le cree nadie (¡con esos pelos!), pero cuando empiezan a producirse los primeros terremotos y la gente muere a punta pala, ya se toman más en serio las observaciones del científico desmelanado. Al principio quieren sacar a todos los japoneses del archipiélago, pero es que son tantos que no les va a dar tiempo, así que el científico melenudo idea un plan para dar por culo con explosivos a las fallas tectónicas. Mientras, una bombero muy guapa y un chavea submarino tienen una extraña e intermitente historia de amor.

Vamos a ver... una película que se llama "El hundimiento de Japón" lo mínimo que tendría que tener es al Japón hundiéndose de la manera más cabrona, exagerada y grotesca del mundo, con mogollón de escenas de terremotos, maremotos, volcanes en erupción, el monte Fujiyama a tomar por culo y Tokio y su comarca hecha un destrozo. Y sí, Ángel Sala, director del festival de Sitges (u sea, que en teoría sabe un montón del tema) dice que esta peli es el mejor film de catástrofes de la década (y una década tiene bastantes años, en concreto 10). Pues bien, sin más preámbulos, la película es un rollo patatero más aburrida que la carta de ajuste. Y que no me vengan con el argumento de que la narrativa oriental es más lenta y pausada y se recrea en los momentos más que en las acciones. Si consideramos "El hundimiento de Japón" como una película de género, el film es sumamente aburrido porque las escenas catastróficas propiamente dichas se pueden contar con los dedos de una mano y además cantan a digital una barbaridad. Ahora bien, si entendemos la película como un drama tirando a telenovela con sus emociones humanas y sus sentimientos entrañables, entonces sí, "El hundimiento de Japón" es un peliculón.
El argumento de la película tiene dos historias paralelas que muestran el hundimiento desde diferentes ópticas. Por un lado tenemos la historia del científico melenudo y su ex-mujer, que es la ministra responsable de gestionar la catástrofe. A través de estos personajes el director nos cuenta cuales son las consecuencias políticas y económicas a nivel nacional e internacional del hundimiento, quedando todo muy Hollywoodiense, con sus cuarteles generales, sus barcos y helicópteros, sus pantallitas con lucecitas y botones de colores, etc. Por otro lado, tenemos la historia de ¿amor? de la bombera y el técnico de submarinos, con la cual el director pretende mostrar los estragos del terremoto en el pueblo llano, reflejando el drama humano que supone un éxodo de estas características. Además, el director nos enchufa un culebrón sentimentaloide cargado de tópicos melodramáticos para que la gente sufra y llore, con huerfanita incluida, que la niña tiene una madre que está en coma, se despierta, la niña va toda feliz al hospital y cuando llega, la madre se muere (¡toma castaña!).
El final es puro "Abyss" de James Cameron, con batiscafos intentando recuperar bombas submarinas para detener el hundimiento, todo muy bien resuelto pero sin una pizca de originalidad. Y por lo demás, nada más.
Resumiendo: "El hundimiento de Japón" es una película de catástrofes con poca sustancia friki, recreándose en los sentimientos y la espiritualidad de los personajes en lugar de mostrarnos explosiones y escenas de acción que tanto nos gustan. No es que sea mala, sino que va dirigida a un tipo de público ajeno al cine de género.
Aquí os dejo un trailer de la película, cortesía de Louisask.



Por cierto, la peli es un remake. La original se hizo en 1973 y aquí os dejo el trailer, cortesía de arfonsohk. Tiene pinta de ser mucho más divertida que la del 2006.

En los límites de la realidad: la película

En los límites de la realidad: la película (The Twilight zone: the movie, 1983, USA)
Dirección: bueno, no nos hagamos la picha un lío nada más comenzar. La película está compuesta por cuatro episodios independientes entre sí, y cada uno está dirigido por un notas diferente. El primero, el del racista cabrón, está dirigido por John Landis; el segundo episodio, el de los yayos rejuvenecidos, lo dirige, como no podía ser de otra manera (con lo ñoño que es) Steven Spielberg; el tercer episodio, el del niño puñetero con superpoderes, lo dirige Joe Dante; y el último, el del avión con el gremlin en el ala derecha, lo dirige George Miller, el de Mad Max.
Producción: John Landis y Steven Spielberg
Guión: John Landis, George Clayton Johnson, Richard Matheson (el de soy leyenda), Jerome Bixby y Robert Garland, tomando como base los episodios de la serie de televisión "En los líimites de la realidad" (o "Dimensión desconocida", según el hemisferio) de Rod Serling.
Género: Cuentos de terror, misterio, fantasía y acojone, con mucho humor negro, mala leche y horró (aunque el episodio de Spielberg es de un cursi insoportable)
Intérpretes: Vic Morrow, Scatman Crothers (el cocinero calvo de color de "El resplandor" que tiene la voz de los documentales de Costeau), Kathleen Quinlan, John Lithgow, Jeremy Litch, Dan Aykroid
Sinopsis: Por lo visto existe una quinta dimensión que es pa cagarse vivo, porque allí suceden cosas horripilantes y misteriosas que te quitan el sueño y las ganas de comer. Esa quinta dimensión es la de la imaginación, pero tiene que ser una imaginación mu cabrona, porque cuando choca con los límites de nuestra realidad, casi siempre alguien acaba bien jodido. Por ejemplo, si vas en coche por la noche con otro tío y el colega te dice que si quieres que te enseñe algo que da mucho miedo, o bien quiere enrollarse contigo o bien es un monstruo que te va a asesinar; Si eres un racista cabrón, mejor estate calladito, porque a lo tonto te puedes teletransportar a la Segunda Guerra Mundial y los nazis te pueden tomar por judío, y entonces sí que te vas a arrepentir de ser tan hijoputa racista; Si atropellas a un niño y el crío no tiene ni un cardenal, desconfía mucho, porque seguro que lo que quiere el mamoncete es llevarte a su casa de dibujos animados y encerrarte pa toa la vida en ella, comiendo hamburguesas con mantequilla de cacahuete; y por el amor de dios, si viajas en avión NUNCA te pongas en el asiento de ventanilla, que como haya tormenta un gremlin te puede joder el viaje (pero que no se enteren los pilotos o los controladores, que si no, aprovechan el evento para hacer una huelga salvaje!!).

Entre 1959 y 1964, el canal de televisión Norteamericano CBS emitía una serie de misterio, terror y ciencia-ficción que tenía a la gente pegada en el asiento con los ojos como platos, gracias a su originalidad, a su buen hacer, a sus grandes guiones, a sus grandes actores y también gracias a sus finales sorprendentes. Pero sobre todo, gracias a su creador, un genio llamado Rod Serling, que el tío tenía arte, salero y duende para dar y regalar. Esta serie es, por supuesto, "Twilight Zone", porque si no, no sé por qué carajo estaría hablando de ella en esta reseña de "En los límites de la realidad: la película" ya que el film, realizado 20 años después, es un homenaje en toda regla a la serie de televisión antes mentada, cuyos capítulos eran tan alucinantes que nos dejaron flipados de niños, quedándose grabados en nuestra memoria un buen puñado de ellos (aunque la traducción exacta de "Twilight zone" sería "zona crepuscular", en lengua hispana se convirtió en "La dimensión desconocida" que tiene más gancho comercial).
Pues bien, Steven Spielberg y John Landis habían visto la serie de niños y también quedaron pillados por ella, así que decidieron hacer una especia de remake con algunos de sus episodios favoritos, intentando recrear la magia y la fascinación de los mejores tiempos de la serie. Pero claro, del dicho al hecho hay un buen trecho, y ni Spielberg ni Landis poseían la genialidad de Rod Serling, capaz de crear historias memorables con una economía de medios y una sencillez argumental digna del oscar. Además, las historias de Serling eran impactantes, inquietantes, alucinantes, angustiosas pero sobre todo, tenían muy buen gusto, eran muy equilibradas en todos los sentidos y aunque poseían ese toque de ironía perversa, sus historias no tendían al exceso ni al escándalo (al contrario que, por ejemplo "Alfred Hitchcock presenta"). Desgraciadamente, ni Landis, ni Spielberg, ni Dante (Joe, no Alighieri) ni George Miller se caracterizan por la sutileza y la mesura. Más bien todo lo contrario. Y así nos luce el pelo. "En los límites de la realidad: la película" es un mal remake de la serie de televisión (a pesar de tomar como punto de partida historias originales de la misma). No obstante ¿eso significa que la película es un mal film de terror? ¡En absoluto, vida mía! La película es muy divertida e interesante, gracias a su desparpajo, su sal gorda y sus excesos en todos los sentidos. Pero los fans de toda la vida de la serie se preguntarán "¿qué han hecho con mi dimensión desconocida? ¡no era así como la recordaba! ¡Weeeeeeeeeeeee!"
Como ya dije al principio, la peli se divide en cuatro segmentos independientes entre sí (con una pequeña introducción dirigida por John Landis y protagonizada por el humorista Dan Aykroyd, que aquí da de todo menos risa). El primer capítulo es la única historia original de la película, dirigida por John Landis y protagonizada por el malogrado actor Vic Morrow. La historia posee una moralina bastante predecible y simplista, pero no por ello menos efectiva y angustiosa: un racista que sufre en sus propias carnes el efecto de su odio. La idea original de la historia era que el cabrito racista aprendía a base de palos a no ser tan xenófobo e incluso salvaba la vida a dos niños vietnamitas, pero un trágico accidente en mitad del rodaje que le costó la vida al actor, truncó el desarrollo de la historia y tuvo que ser concluida tal y como se ve en el film. El segundo segmento de la película no pega ni con cola con el resto del film, debido a su tono empalagoso, ñoño, infantiloide, cursi y agilipollado. Evidentemente es el episodio de Spielberg, que el día que le diagnostiquen diabetes se le va a acabar el rollo pastelón. Es el episodio más simple y facilón, apelando a una ternura de saldo con unos niños repelentes a la par que entrañables y con un abuelo entrañable a la par que repelente. Su atmósfera acalamerada y lisérgica, el abuso de los primeros planos para dar una sensación de proximidad y la moraleja final del film, hacen de este segmento el más flojo de los cuatro, y no porque sea mu bonito (que lo es) sino porque Spielberg utiliza las herramientas más vulgares para crear una ternura artificial. Pero que nadie se preocupe porque a partir de aquí empieza lo fuerte. El tercer episodio está realizado por Joe Dante, y con esto ya está todo dicho: mucho humor negro, mucho cafrerío, muchas escenas grotescas y mucha mala leche concentrada. Dante sabe explotar como nadie el sadismo de los dibujos animados clásicos, ofreciendo una auténtica pesadilla conceptual en un mundo cerrado, claustrofóbico y asfixiante. Por otro lado, la historia está protagonizada por Kathleen Quinlan, una monería de muchacha con una sonrisa bellísima. Y por último, tenemos el episodio dirigido por George Miller, con una actuación memorable del actor John Lithgow, el eterno secundario del cine estadounidense, que aquí interpreta como nadie a un pasajero de avión realmente asustado por las turbulencias del viaje y por los bichos que pretenden cargarse los motores del aparato. Lithgow lleva la paranoia y el aconjone de su personaje hasta el límite, siendo todo muy excesivo pero también perfectamente creíble, que el pobre tiene más miedo que un perrito chico. Aquí también vemos el sentido del humor retorcido y grotesco de Miller, que no se corta un pelo a la hora de crear un caos tanto dentro como fuera del avión, porque hay momentos que parecen sacados de "Aterriza como puedas".
La película no tuvo el éxito esperado, en parte debido al escándalo que supuso el grotesco accidente de helicóptero en medio del rodaje que le costó la vida a Vic Morrow y a dos niños. Hasta ese accidente, las medidas de seguridad en los rodajes eran muy escasas y las jornadas de trabajo eran excesivamente largas y agotadoras. Desgraciadamente tuvieron que morir tres personas para que las leyes fueran más estrictas en ese sentido.
Aquí os dejo un video muy apañado de MADWORLD1927.
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Apocalipsis Caníbal


Apocalipsis Caníbal (Hell of the living dead aka Virus aka un millón de títulos más, 1980, Italia y España)
Dirección: Un norteamericano llamado Vicent Dawn...¡un mojón! ¡El director es Bruno Mattei, que el muy listo utilizó pseudónimo para que no pudieran denunciarle por daños y perjuicios!
Guión: J.M. Cunillés, Rosella Drudi, Claudio Fragasso y Bruno Mattei
Música: Goblin, el grupo fetiche de Dario Argento
Género: Zombies guineanos, periodistas antropológicos y SWATS del baratillo a los que le falta un tornillo
Intérpretes: Mi adorada Margit Evelyn Newton, José Gras, Selan Karay y...¡Tachaaaaan! ¡Franco Garofalo, alias el gran SANTORO!
Sinopsis: En una misteriosa fábrica de Papau Nueva Guinea estalla el desastre: a pesar de contar con la última tecnología en ordenadores y en botoncitos de colores, una rata cabrona se cuela en los conductos y produce un escape radioactivo-gaseoso del quince e infecta a toda la isla, convirtiendo a los indígenas en muertos vivientes. Además de los indios salvajes, en la isla también hay un puñado de occidentales más o menos civilizados que han ido a parar a la selva por diferentes motivos. Por un lado, hay una familia nuclear que se han ido de vacaciones a la Nueva Guinea, y al niño le han pegado un bocado los zombies; después están Lia Rosseau (la periodista antropóloga) y Pierre (el fotógrafo con la permanente), que han ido a la isla para investigar los extraños sucesos que allí ocurren; y por último, hay un comando de cuatro soldados con mono de trabajo azul mecánico que con sus metralletas se van a cargar a todos los muertos jodientes de la isla, porque entre ellos está el gran Santoro, una mezcla de Rambo, Terminator y de José Luis Torrente, que de cuatro patadas te limpia el organismo de virus y bacterias.


"Apocalipsis caníbal" es una de las películas serie B más casposas, infames y cutres de la civilización mundial y universal de todos los tiempos. Además de ser mala de cojones, posee un guión descabellado, unas interpretaciones espantosas, unos efectos especiales del todo a 100 y mucho mucho mucho morro. Y es que no podía ser de otra manera ya que tras la dirección está el inefable Bruno Mattei, un tío con más cara que espaldas y más cuento que calleja, que tuvo la poca vergüenza de rodar "Terminator 2" (a la italiana) varios años antes que James Cameron...¡y sin pagar royalties! Pues bien, este engendro filmico, ente despropósito del celuloide, es tan malo, tan malo, tan malo que, al final...¡es bueno! En esto consiste la belleza del frikismo: contra más sincero sea el cutrerío, ¡más divertido!
Fiel a su espíritu exploit, Bruno Mattei intentó mezclar dos éxitos en boga en aquellos años. Uno es, lógicamente, los muertos vivientes de George A. Romero, en concreto su "Dawn of the dead" (1978) u "Zombi" como se conoció por estos lares (de ahí que los soldados de pacotilla lleven ese mono de trabajo de taller mecánico, igual que los protagonistas de la peli de Romero). La otra influencia-plagio-copia-muchacara es la infame y repugnante serie "Mondo" al estilo de "Holocausto Caníbal", esto es, escenas reales de indígenas destripando a pobres animales o simulando canibalismos y otras perrerías para el género humano. Y aquí, Bruno Mattei hace gala de esa genialidad que poseen los iluminados como Ed Wood, ya que en lugar de rodar esas escenas selváticas, el muy listo cogió un documental del National Geographic e intercaló imágenes de animales y tribus de las antípodas con el argumento de la película. Por eso no es extraño ver, entre toma y toma, escenas de monos saltando por las ramas de los árboles e incluso elefantes en estampida (¿hay elefantes en Nueva Guinea?), todo un despliegue de fauna ibérica del que el mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente estaría orgulloso. No obstante, a nivel cinematográfico, esta originalidad queda espantosamente mal, porque las escenas del documental contrastan totalmente con las rodadas por Bruno Mattei, quedando todo más falso que un billete de tres euros.
A nivel argumental la cosa queda a la par. La película podría definirse como una road-movie de provincias. Los protagonistas atraviesan una surrealista isla para llegar a un destino incierto que resolverá el misterio de los zombies. Por el camino vivirán momentos absurdos, psicodélicos y ridículos que nada aportan a la trama, que parece dar vueltas sobre sí misma. Y por último, tenemos la escena final que es un destiporre de violencia, sadismo, misoginia y mal gusto que el Bruno Mattei se quedó a gusto cuando la rodó. Y para acabar, tenemos un epílogo-moraleja con trasfondo ideológico progresista (aunque en manos de Mattei quede bastante oportunista) que viene a decir que todo el mal que hagamos al tercer mundo al final repercutirá negativamente sobre occidente.
Las interpretaciones de los actores son histriónicas, demenciales y pasadas de rosca (muy propio de Mattei, que lo del término medio de Aristóteles se lo pasa por el forro). Los actores se pasan toda la película gesticulando de forma exagerada y gritando a la mínima oportunidad. La palma de oro se la lleva mi angelito del alma Margit Evelyn Newton, musa de esta enciclopedia y una muchacha muy guapita de cara, que se va a desencajar la boca de tanto gritar (eso sí, grita de forma muy hermosa, meneando la cabeza y llevándose las manos a la boquita de piñón). De cerca le sigue Santoro, un fenómeno de soldado y de persona humana, que lo mismo se pone a bailar con los zombis como que los masacra a tiro limpio, capaz de reir, llorar, asustarse y envalentonarse cuando menos te lo esperas, sin duda uno de los grandes reclamos de la película, por sobrado y encabronado. Y por último tenemos a Pierre, un gabacho con un pelazo exuberante que es la envidia de un servidor, que ya se le ve el cartón.
La película tiene un montón de momentos estelares que son para partirse la caja. El principal es, of course, el momento despelote más alucinante, delirante y gratuito de la historia del cine: el grupo llega a las puertas de un poblado de salvajes que están encabronados perdidos y Lia, la periodista que también tiene un master en atropología dice:"sólo hay una solución...sólo una" y se quita la blusa enseñando las tetas a los indígenas y al respetable público (aunque, en honor a la verdad, esos estupendos senos que aparecen en primer plano no son los de mi Margit, cuya talla de sostén es un poco menor). Otro momento culmen es cuando uno de los soldados deja la metralleta y se disfraza de bailarina, bailando el lago de los cisnes mientras los zombis se lo meriendan. Aunque en la retina del espectador quedará indeleble esa sesión de la ONU de pacotilla (que creo que está rodada en el aula de alguna facultad) con ese señor de color negro protestando porque los muertos vivientes se están comiendo a la población de su país.
El apartado de los efectos especiales es de juzgado de guardia. Los zombies apenas llevan maquillaje encima, un poco de babas, una pintura azul en la cara y tira millas. Lo máximo que se puede ver son unos pegotes de plastilina mal colocados que hacen las veces de visceras y casquería fina. Aunque la escena que más vergüenza ajena da es la del final, en la que unos ojos salen de sus órbitas al ser introducido por la boca un puño entero, siendo obvio que los ojos son dos pelotas de pin-pon. En fin, unos efectos especiales que producen hilaridad sin pretenderlo.
Para orgullo de todos los españoles, mencionar que una productora de nuestro país invirtió sus dinerus en esta gran obra cinematográfica (los españoles siempre promoviendo las manifestaciones culturales de gran categoría) y cuyas máximas aportaciones son la fábrica futurista del principio de la película (ubicada en Barcelona) y el actor Víctor Israel, famoso secundario del cine exploit que por su careto especial hacía de feo en las películas del oeste, y que aquí da vida (o muerte, según se mire) a un zombi-sacerdote-misionero.
Por último, si pensabas que la lista de los reyes godos era larga, ahora te voy a poner todos los títulos que ha tenido esta película. Allá van:
-Apocalipsis Caníbal
-Virus
-Hell of the living dead
-Cannibal virus
-Inferno dei Morti-viventi
-Night of the zombies
-Zombie creeping flesh
-Zombie inferno
-Zombie of the Savanna
-Zombie 4
-Zombie 5: ultimate nightmare
y nada más, que aquel día el que ponía los títulos a las películas estaba inspirado.
En fin, "Apocalipsis caníbal" es una de las peores películas de zombies que conozco, pero también una de las más divertidas, por su cutrerío, por su poca vergüenza y por sus planteamientos surrealistas y absurdos. Después de verla tu vida no será la misma.
Aquí os dejo un video-clip de mi propia cosecha, uno de los videos del you tube que más alegrías me ha dado. La canción se titula "Me and my mulon" y es de Dover.



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Distrito 9

Distrito 9 (District 9, 2009, Nueva Zelanda y Sudáfrica)
Director: Peter Jacks...¡que no, que no! que el director es Neil Blompkamp, que el del Señor de los anillos es el productor, lo que pasa es que si lo ponen en grande en la portada, la gente pica y va a ver la peli
Guión: Neil Blompkamp y Terri Tatchell
Género: Refugiados extraterrestres que sufren el racismo, la xenofobia y los abusos de los humanos que semos unos cabrones
Intérpretes: Sharito Copley, Jason Cope, Eugene Khumbanyiwa, Vanessa Haywood
Sinopsis: En 1980 un peazo de nave extraterrestre llegó a Johannesburgo y allí se quedó, toda llena de bichos espaciales con forma de cucarachas de dos metros. Los bichos no eran peligrosos pero tenían ciertas peculiaridades, como desconocer lo que significaba la propiedad privada, así que el gobierno creó un gueto llamado Distrito 9 para afincar a todos los aliens. Pues bien, today, 20 años después, el gobierno ha decidido sacar a los aliens de Johannesburgo y mandarlos a un campo de concentración, pero a ver quién tiene huevos para convencer a dos millones de bichos de que se tienen que mudar. No problem: el presidente de la compañía que gestiona el tema de los aliens ha mandado a su yerno (al que no tiene mucho aprecio) para que organice el éxodo bichal. Y es aquí donde se lía parda, porque, por un lado, hay un tráfico de armas extraterrestres del copón, por otro lado, los aliens utilizan como combustible un líquido super-tóxico que se te vuelven negros los mocos, y por último, el yerno es un gilipuertas que no sabe hacer la o con un canuto.

¿En qué se parecen "Avatar" de James Cameron y "Distrito 9" de Neil Blomkamp? pues en muchas cosas: ambas se estrenaron en las mismas fechas; ambas tratan el tema del expolio que sufre una raza extraterrestre a manos de las despiadadas multinacionales humanas; y ambas cuentan la historia de cómo un humano reniega de su raza para ayudar a los indefensos aliens. ¿Y en qué se diferencian "Avatar" y "Distrito 9"? Pues en que "Avatar" es un aburrimiento insoportable con una filosofía ñoña de primero de preescolar y "Distrito 9" es una película muy divertida, muy cañera (con todos esos tiros, desintegraciones y masacres), con un contenido ideológico profundo y con sus escenas de emoción y lloros, sin alcanzar la ñoñez y la puerilidad de los navis de los cojones. Ah, y también se diferencian en que una tiene 3D y la otra las 2D de toda la vida.
Uno de los principales méritos de la película es que te coge de sorpresa cada dos por tres. El film comienza como un falso documental, con sus entrevistas de científicos, sociólogos y la madre que los parió, con sus imágenes de archivo en diferentes formatos y con su narración entrecortada, ágil y original, intentando darle a toda la historia un aire de verosimilitud (que a veces consigue y otras no). A medida que avanza la película, la historia se va centrando en el protagonista de la misma, un oficinista inseguro, incompetente y poquita cosa llamado Wikus Van de Merwe (con un nombre de origen claramente holandés, colonizadores de sudáfrica junto a los británicos) que sin comerlo ni beberlo se verá inmerso en todo tipo de problemas y conspiraciones empresariales. Por un lado, el tío te cae antipático porque defiende sin dudarlo los valores autoritarios segregacionistas del gobierno, pero por otro lado, el tío acaba por caerte bien porque en el fondo no es mala persona y además le pasan todo tipo de calamidades que harán cambiar su punto de vista sobre los extraterrestres (que a la fuerza ahorcan).
Los extraterrestres son bastante repugnantes, para qué nos vamos a engañar: tienen forma de insecto, la cara llena de tentáculos, unos ojos saltones y encima rebuscan en la basura su comida. Pero ahí está el mérito de la película: que el espectador consiga empatizar con estos bichos asquerosos, que a pesar de su forma, son criaturas sentientes e inteligentes con sus derechos y necesidades (que te caiga bien una tía buena azul de dos metros no es problema, pero que puedas ver a una cucaracha gigante sin vomitar ya es otra historia). Se echa en falta más rasgos de su cultura, que a parte de su idioma, sus tecnología y su predilección por chupar caucho, no dicen nada más en la peli. No sé, algún baile regional o alguna escultura ecuestre.
A nivel técnico, los efectos especiales son más que correctos. Aunque hay un predominio de lo digital (todos los aliens están hechos por ordenador, y además se nota) no hay un uso y abuso de lo informático, quedando todo muy equilibrado y al servicio de la historia. Mención especial merece el tramo final de la película, toda una masacre llena de tiros, rayos, descuartizamientos y acción de la buena, con mucha bestialidad, sal gorda y humor negro.
"Distrito 9" además de ser una peli de ciencia-ficción mu chula, es una metáfora evidente de la impresentable política del Apartheid en Sudáfrica, que para los más jovencitos que no vivieron esos años, era el racismo y la xenofobia legal organizada por una minoría blanca contra la mayoría del pueblo de raza negra. Más concretamente, la peli evoca un desalojo real producido en los años 60, donde 60.000 personas de raza negra fueron desalojadas de una zona de Ciudad del Cabo llamada Distrito 6. En la peli, el gobierno no se molesta en integrar a los aliens en la sociedad humana, muy al contrario, decide mantenerlos separados de los humanos debido a sus rasgos y costumbres, creando situaciones de incomprensión, rechazo, desigualdad, injusticia y, finalmente, racismo. Los humanos tratan a los marcianos como seres inferiores, algunos por ignorancia y otros por interés te quiero andrés, porque los aliens son unos genios de la electrónica que con un quimicefa te hacen unas armas de rayos y centellas de última generación, y por lo tanto conviene tenerlos sin derechos y con la cabeza gacha para poder mangonearles mejor. Y aquí es donde entran los auténticos malos de la peli, unos monstruos despiadados y sin escrúpulos que desgraciadamente existen en la vida real: las grandes multinacionales que controlan gobiernos y ejércitos para obtener su cuota de beneficios caiga quien caiga y joda a quien joda (generalmente a la mayoría del planeta).
El director, a la hora de ponerse medallas, dijo que no se había influenciado de ninguna película para hacer la suya, pero eso no es del todo cierto. Por un lado, el punto de partida del film es igualito al de "Alien Nation" de Graham Baker, en donde una nave llena de refugiados extraterrestres con cabeza de coliflor pedían asilo político en la Tierra; por otro lado las similitudes con "La Mosca" de David Cronenberg son más que evidentes; y si me pongo a hilar fino, "Distrito 9" también nos recuerda a "Un día de furia" de Joel Schumacher con ese Van de Merwe hasta los cojones de que la gente le pisotee y arrasándolo todo a su paso. O sea, que lo que tiene que hacer el director es echarse menos flores y reconocer a los clásicos que le influenciaron, que tampoco se le va a caer el pelo por hacerlo, que la peli le ha salido muy bien.
En fin, lo dicho: "Distrito 9" es una película muy divertida a la par que concienciada socialmente hablando, o sea, que te lo puedes pasar pipa viendo a los marcianos y a los malos reventando en cascadas de sangre y tripas y encima hacer una reflexión política, económica y social en plan cultureta. Casi ná.
Aquí os dejo un trailer, por cortesía de cyrn84.