Dirección: José Luis Alemán (pero creo que tiene pensado cambiarse el nombre para que no lo reconozcan por la calle)
Guión: José Luis Alemán (idem de lo mismo) basado en el universo de H. P. Lovecraft (eso no te lo crees ni tú)
Género: "Terror" "Gótico" "Victoriano" "Lovecraftiano" cañí
Intérpretes: Daniele Liotti (que se pasa toda la película luchando contra su acento italiano para parecer español), Laia Marull (si buscas "sobreactuación" en el diccionario sale su foto), Silvia Abascal (me gustaba más en "Pepa y Pepe"), Óscar Jaenada (sale poco y se agradece), Ana Risueño (en busca y captura, porque en lugar de interpretar a una mujer fatal, interpreta fatal a una mujer), Norma Ruíz (la Ja Jar Binks de la saga Valdemar), Paco Maestre (interpretando a ¡Aleister Crowley! con acento castizo, con eso ya está todo dicho), Eusebio Poncela (emulando a Antonio Gala con un bastón de Cthulhu y una peluca rubia del todo a 100) y Jacinto Molina (que en paz descanse). Por cierto, también sale Chucky de "Los Serrano".
Sinopsis: En el quinto pino hay una mansión maldita llamada Valdemar, que después de estar muchos lustros desierta y cerrada a cal y canto, la fundación propietaria de la chabola decide ponerla en venta con todas las antigüedades que tiene dentro. Por eso, contacta con una empresa de tasación de antigüedades para que eche un ojo a los bienes muebles e inmuebles y que adivine, más o menos y sin pasarse, su precio justo!. Pues bien, no sé lo que tiene de malo la mansión pero dos tasadores que se han asomado por allí han desaparecido sin decir ni mú, así que contratan a un detective privado, que se parece un montón a Camarón de la Isla, para que investigue las desapariciones. Pero el detective comete un error fatal: se monta en un tren donde hay una señora que le cuenta un rollo de historia del siglo XIX, exactamente la historia de los dueños de la mansión Valdemar, dos estafadores de medio pelo, dueños además de un orfanato, que contactaban de mentira con los espíritus y que al final se encontraron con uno de verdad (eso les pasa por tocar los cojones al más allá).
"La herencia Valdemar" es, sin duda alguna, la película española más polémica del 2010 (vamos, que ni Almodóvar con un camión de travestidos cantando las canciones de Machín hubiera conseguido tanto alboroto) y la verdad es que el director José Luis Alemán y los lumbreras que le aconsejaron se lo han ganado a pulso. Para encontrar una polémica semejante habría que retroceder al año 2007, cuando Jaume Balagueró y Paco Plaza estrenaron "Rec" tras una impactante campaña publicitaria en la que salía una mujer histérica perdida viendo la película. No obstante hay una diferencia sustancial entre la acogida por parte del público Rec y la de Valdemar: la primera tenía tantos seguidores como detractores: numerosos fanáticos entusiastas enamorados con la peli la defendieron a capa y espada contra no poca gente que se sentía estafada, pero más o menos las fuerzas estaban igualadas; A "La herencia Valdemar", por el contrario, casi todo el mundo la odia. Y no me extraña. El propio director ha tenido que pedir disculpas en una carta abierta, que si la queréis leer podéis picar aquí mesmo.
Y la razón de tanto odio y desprecio es muy sencilla: en realidad, "El proyecto Valdemar" es UNA película que se ha dividido en DOS por motivos comerciales. El director, inocente él, siguió este argumento infalible: "si le funcionó a Kill Bill o a Matrix ¿por qué a mí no?" Hombre, chacho, si te lo tengo que explicar...Vale, te lo explico: Kill Bill era una buena película en sí misma y aunque su final era abrupto y abierto, el espectador estaba satisfecho tras ver hora y media de peleas de infarto, violencia de la buena, destripamientos a tuti plen y a Uma Thurman repartiendo hostias como panes. Resumiendo: Kill Bill tenía buenos diálogos y buenos personajes. "La herencia de Valdemar" no tiene ni buenos diálogos ni buenos personajes. Sencillamente es una castaña pilonga, una hora y media de aburrimiento que el espectador aguanta estoicamente porque cree que, al final, habrá un sentido a todo este sufrimiento, pero cuando llega el esperado final..."¡Sorpresa! ¡Hay una segunda parte donde probablemente estará lo mejor de la película! ¡Toda la acción, todos los monstruos y todos los efectos especiales! ¡Este rollo de hora y media sólo era el prólogo! ¿Te ha gustado?". NOOOOOOOOO!
Por todo esto, la potente campaña de promoción de "La herencia Valdemar" ha estado formada por tres sólidos pilares que en realidad no sustentaban nada:
1º. "La película adapta libremente el universo literario de H.P. Lovecraft." Pues será en la segunda parte, porque en ésta, aparte de mencionar de pasada Dunwinch, poquita cosa más. Y que no me vengan diciendo que la ambientación y la atmósfera eran las propias de los relatos de Lovecraft. Un pimiento.
2º. El presupuesto de la película es de 13 millones de euros y además no ha contado con ningún tipo de subvención estatal, regional o vecinal. Vale, me lo creo. ¿y qué? ¿es por ello mejor película? No me cabe duda que la mayoría de la pasta ha ido destinada a los efectos especiales por ordenador (bien sabe dios que no ha sido en guionistas y actores), la mayoría de estos efectos digitales concentrados probablemente en la segunda parte, porque en ésta hay muy poquito, solamente un muerto medio descuartizado al principio de la peli y una invocación infernal con un demonio-zombie saltarín al final. Punto. También se habrán gastado sus dineros a la hora de ambientar históricamente la película en el siglo XIX, con todos esos trajes, peinados, localizaciones y carros de bomberos. Que vale, que queda muy bonito y muy creíble, dándole mucha calidad a la peli (sobretodo con esos tonos sepias a la hora de iluminar las escenas) pero, que quieres que te diga, ¡que yo quiero ver una peli de terror cañera, no la versión decimonónica de "Amar en tiempos revueltos" o cualquier otra telenovela melodramática similar! ¡que me da igual que los encajes de las cortinas sean realistas! ¡con tal de que den el pego va que chuta!
3º. "Es la película póstuma de Paul Naschy". Este es un vulgar y sucio truco para remover corazones y conciencias de los fans del terror de toda la vida, que tenemos a Jacinto Molina en un altar. No obstante, aunque mi devoción por Jacinto es absoluta, hay que reconocer que lo que más nos gustaba de Naschy no era su calidad interpretativa, sino su entusiasmo contagioso y su bizarro universo Kitsch. El papel de Jacinto Molina en esta peli es bastante soso y no le permite explayarse como sólo él sabía hacerlo. Además, está condicionado dolorosamente por su edad y su salud (sinceramente y no es broma, se me saltaron las lágrimas cuando lo vi subiendo las escaleras escapando del zombi en la escena final, porque se notaba que le costaba un montón hacer ese esfuerzo).
Resumiendo: que "La herencia Valdemar" no tiene nada de "Horror primigenio Lovecraftiano" ni bichos cósmicos tentaculares, y que poquito de los 13 millones de euros se han gastado en esta "precuela" a ver si cuela. Más bien es una película de terror victoriano a rebufo de otras del mismo estilo como "Los otros" de Alejandro Amenábar o "El orfanato" de Bayona (que manda huevos hacer una peli victoriana en España, que aquí no semos tan estirados como en la pérfida albión, que aquí somos más de apariciones marianas, demonios con chorizo, sacamantecas sarnosos y las caras de Vélmez, que aquí no hay mansiones victorianas sino cortijos andaluces o caseríos vascos).
Y ahora pasemos a lo mejor (léase peor) de la película: los increíbles personajes (no es que sean buenos, es que son literalmente increíbles: no te los puedes creer). Lo primero que daña la vista es que sobreactuan una barbaridad (paradójicamente, éste es uno de los principales fallos de "Rec"). Y no sólo los del siglo XIX sino también los de la época actual. De Norma Ruíz mejor no hablar, porque ya la han puesto a parir en todos los foros de internet. Muchísimo peor me parece Ana Risueño, que intenta interpretar a una mujer fría y enigmática y el único enigma que plantea es cómo la han podido contratar con lo mal que lo hace, con esa voz en falsete que da vergüenza ajena. Óscar Jaenada tampoco se queda atrás, un actor de nula preparación pero mucho instinto y aquí el instinto le ha dejado tirado. Pero los que se llevan la palma son los dos catetos que cuidan la mansión: el hombre que susurraba a las vacas y el tío que se hace canutos con los insectos, que en lugar de comérselos como Renfield, éste listo se los fuma (y supongo que los escarabajos se los comerá como si fueran tachas). Los únicos que se salvan de la quema son Silvia Abascal y Eusebio Poncela, grandes profesionales que pueden con todo, incluso con unos diálogos como estos. Con los personajes del siglo XIX la cosa empeora, ya que a la sobreactuación hay que añadirle una afectación bastante molesta. El director se defiende diciendo que intentaba emular el espíritu de las películas de terror clásicas de la Hammer o de la Universal, pero más bien le ha quedado como las pelis de los años 70 de Leon Klimóvsky o de Jesús Franco, pero sin su gracia ni su psicodelia. Vamos a ver, que el cine no es el teatro ni veceversa, y lo que queda de lujo en un escenario queda como el culo en la pantalla de cine. Que a veces no sé si estaba viendo "La herencia Valdemar" o "La venganza de Don Mendo", con tanta gente recitando chorradas pretenciosas.
Y lo del Aleister Crowley español no tiene nombre.
A parte de los personajes y sus coloridos diálogos, hay también momentos que son para sacarse los ojos con ahínco, sobre todo los tiernos momentos relacionados con los huerfanitos. Patética, cursi y lamentable es la escena en la que los niños conocen a sus futuros papás en la estación de tren y uno de ellos se come el chocolate con churros y se mancha el bigote, buscando la risa fácil (por cierto ¿alguien en algún cine sonrió con esta entrañable escena o sencillamente salió al pasillo a vomitar?). Y de la aparición estelar de Bram Stoker o Lizzy Borden mejor no hablar.
En fin, películas como esta son geniales para los críticos de cine y los comentaristas amateurs como yo, porque cada segundo de metraje es susceptible a ser criticado y humillado sin piedad. Pero, para ir acabando, seré bueno con la película y con su director: aunque a nivel artístico la película valga su peso en mierda, a nivel técnico la película está muy bien, con unos efectos especiales potentes y una fotografía interesante. El único error de José Luis Alemán fue dividir una película en dos e inflar un flashback de unos 20 minutos en un tocho de más de una hora. El 28 de enero del 2011 se estrena la ¿esperadísima? segunda parte, "La sombra prohibida" y yo, aunque parezca mentira, os recomiendo que vayáis a verla, porque probablemente lo mejor de este infausto "Proyecto Valdemar" estará en ella. Y si no, al menos vais prevenidos y os echáis unas risas con los colegas.
Aquí os dejo el trailer de la película, cortesía de Terrorynadamas.